Interrumpir el flujo y el orden de la producción para facturar antes hará que se pierda facturación total por pérdida de capacidad.
Son muchas las ocasiones en las que los gerentes y directores comerciales justifican la interrupción permanente de la producción bajo el pretexto de que la propuesta de valor de la empresa es el servicio; que sin servicio la empresa no sobrevive a la tan dura competencia.
Además, el director financiero impone facturar antes, puesto que facturar antes significa que facturemos mejor. Porque «es un objetivo de la compañía reducir al apalancamiento para así reducir los costes del servicio de la deuda y, de esta manera, mejorar nuestro EBITDA». Y que eso es algo que tenemos que entender todos. Vale.
En este escenario y bajo tal condicionante, ni más ni menos que el de la supervivencia, se consienten todo tipo de rupturas de la planificación, interrupciones y cambios de formato no programados. Eso trae como consecuencia principal lo que se lista a continuación:
- Sobrecostes de producción.
- Frustración dentro del equipo.
- Pérdida de capacidad de producción.
- Y como consecuencia, fallos permanentes de servicio.
Y es que, los analistas de primer orden, no saben que una interrupción en el proceso de producción (o de cualquier trabajo) para cambiar de un trabajo a otro, no es un efecto de suma cero, es de suma negativa. No se trata de desvestir a un santo para vestir a otro; vistes a un santo para vestir a otro y en el camino te vas dejando trozos de tela, hasta que un día los dos se quedan desnudos.
¿Cómo se empieza a facturar antes?
Las planificaciones de producción se rompen constantemente a través de las urgencias que los distintos comerciales y el director financiero generan a las operaciones. Se violan los cauces de los procesos de la información definidos llamando directamente los comerciales al jefe de producción y si no les funciona a los mandos intermedios pidiendo y rogando que se adelante su pedido… Esto lo hacen 7 personas diferentes a la vez. El responsable de producción «acaba haciendo caso al que mejor llora». Hay empresas en la que es el Director de Operaciones o el CEO el que toma la decisión –pero con los criterios ya citados- Es decir, se responde más a las presiones que a los planes. Se resuelve un asunto a costa de demorar otros seis, además de generar unos costes de interrupción que nadie cuantifica y que son irrecuperables… Y vuelta a empezar con las presiones. Ya es la forma de vida establecida.
Entonces, hay que interrumpir el trabajo en curso debido a una nueva urgencia o prioridad del departamento comercial y de facturación. Esto implica que hay que dedicar tiempo al cambio del trabajo. En ocasiones se dedica más tiempo a cambiar que a hacer el propio trabajo. Puesto que esto genera una pérdida de capacidad y el resto de las órdenes de trabajo siguen pendientes, pronto aparecerán nuevas urgencias que obligarán a nuevos cambios de trabajo sin haber finalizado el que está en curso. Se genera, por tanto, una nueva pérdida de capacidad, de manera que esto se convierte en algo endémico. Ya no se planifica, se persigue la urgencia comercial y la presión por facturar antes.
¿Qué está pasando?
- Pues que, a causa de las interrupciones debidas a este servicio excelente que queremos prestar, se merma de manera drástica la capacidad de producción.
- Y como consecuencia se reduce la capacidad de servicio a los clientes.
- De manera que se produce la paradoja de que por dar «un buen servicio», se está penalizando la capacidad de dar bien todos los servicios.
- Además, adelantar un pedido «para reducir al apalancamiento para así reducir los costes del servicio de la deuda y, de esta manera, mejorar nuestro EBITDA», ha incrementado los costes por interrupciones y mermado nuestra capacidad, de manera que, el mes que viene, los problemas en las entregas serán mayores. Y, por tanto, el coste del servicio de la deuda, aumentará, porque, a este paso, cada vez facturaremos menos.
- El jefe de producción tiene cada vez peores resultados debido a la urgencia que tienen otros por mejorar sus números no considerando las consecuencias de segundo orden. Entonces, se le acabará responsabilizando porque cuando las operaciones van mal, todo va mal.
El tiempo es otra de las variables de la ecuación, «adelantar el reloj» a costa de romper la planificación e interrumpir tiene un alto coste. Facturar antes y más este mes hará que factures menos el que viene, pero la suma de los dos no permanecerá constante, será menor.
Hay personas con demasiada capacidad de decisión que no saben cuáles son las implicaciones de una interrupción en la capacidad de producción y que piensan que cambiar de un trabajo a otro no tiene consecuencias. Esto es, obviamente, porque no conocen el proceso.